Egipto, Líbano y Jordania ya estaban debilitados por importantes dificultades internas antes del inicio de la ofensiva del ejército israelí contra Hamas, el movimiento islamista palestino clasificado como terrorista por la Unión Europea.
El turismo, motor y tabla de salvación de la economía de la región, había repuntado con fuerza tras la crisis del Covid, pero la guerra en las fronteras de estos tres países está borrando ese repunte.
La inseguridad aleja a los turistas y varias compañías aéreas ya han suspendido sus vuelos. El número de visitantes a los lugares más populares ha caído en picado en Egipto y Jordania. En Líbano, la industria turística se ha hundido por completo.
Otra fuente de preocupación son los suministros externos
El Cairo sufrió la suspensión de las entregas de gas israelí extraído de la Franja de Gaza. Se han reanudado, pero a un ritmo tres veces inferior. El gasoducto egipcio que abastece a Jordania está a merced de un corte o sabotaje. Líbano, totalmente dependiente del exterior para sus necesidades de alimentos, medicinas y petróleo, es el más expuesto si el conflicto se extiende.
Si se cortara el acceso al mar, el 90% de sus importaciones vitales se verían comprometidas. En 2006, durante la guerra de Israel contra Hezbolá, las mercancías transitaron por Siria para eludir el embargo marítimo. Sobre todo, Líbano está agotado por cuatro años de crisis económica.Un 80% de la población ha caído en la pobreza extrema, la inflación supera el 200% y la libra libanesa está por los suelos. Los que aún tienen algo de dinero compran todo lo que encuentran en las tiendas. La hambruna amenaza.
Según el gobierno, sólo quedan alimentos para tres meses. El almacenamiento es insuficiente desde el incendio que destruyó el gran silo del puerto de Beirut en 2020. La ampliación de la guerra sería un golpe fatal para el Líbano. Tampoco podría soportar la afluencia de nuevos refugiados, a pesar de que en el pasado ha acogido a cientos de miles de palestinos y luego de sirios. Jordania sigue acogiendo a más de 600.000 sirios, y sigue pagando el precio, ya que la ayuda internacional sólo cubre la mitad de los gastos.
Líbano, como Egipto y Jordania, tiene necesidades urgentes de financiación que el FMI está dispuesto a cubrir.
Se han prometido miles de millones de dólares a Beirut y El Cairo, pero a condición de reformas estructurales que aún no se han materializado por razones políticas: el vacío de poder en Líbano y la campaña de reelección del Presidente Sissi en Egipto, que atraviesa su peor crisis económica desde hace cincuenta años y está desesperado por pagar su deuda futura. El riesgo para Beirut es el derrumbe.
Tanto para El Cairo como para Ammán, el riego es la inestabilidad. La acumulación de problemas económicos podría degenerar en descontento social en estos jóvenes países, donde las protestas callejeras podrían estallar de un momento a otro.