Dominicanos en E.U advierten trumpismo emula al fascismo y nazismo

NUEVA YORK.- Un grupo de activistas, intelectuales, escritores, periodistas y otros profesionales dominicanos que viven en Estados Unidos alertaron del riesgo que constituye la candidatura y el programa de gobierno de Donald Trump.

A su juicio, el trumpismo emula al fascismo y al nazismo, y su propuesta programática sustentada en el denominado Proyecto 2025, de The Heritage Foundation, responde a las ideas de la extrema derecha, y le daría a las ideas de Trump una especie de institucionalidad, una nueva ideología, tal como resultó el fascismo y el nazismo.

Explicaron que, de materializarse, un segundo gobierno de Trump trabajaría marcadamente a favor de las corporaciones y la poderosa élite de multibillonarios de EE. UU.

«No oculta su intención de ayudar a incrementar las obscenas ganancias de Wall Street y cortar impuestos a los ciudadanos/as con mayor nivel de ingresos», sostienen.

A continuación el testo:

«Declaración sobre las elecciones en EE.UU.

El trumpismo emula al fascismo y al nazismo

El Proyecto 2025, especie de manifiesto programático e ideológico para la extrema derecha mundial, conlleva, de acuerdo con Kevin D. Roberts, presidente de la Heritage Fundation, “institucionalizar el trumpísmo”, que es lo mismo que convertir, desde el poder y la base de la sociedad, el discurso y la retórica política de Donald Trump en una nueva teoría e ideología tal y como resultó el fascismo, encabezado por el italiano Benito Mussolini, y el nazismo liderado por el alemán Adolfo Hitler. Es su nuevo paradigma para ver, interpretar y dirigir el mundo.

De ahí que, el “trumpísmo” está enfocado monolíticamente en Estados Unidos en lograr una alta concentración de poder en el Ejecutivo, suficiente como para que el presidente actúe como “un dictador” aun sea en su “primer día” en caso de ganar las elecciones, como indicó el propio Donald Trump. Se trata de instalar un régimen autocrático.

Reestructurar importantes agencias federales se corresponde con su propósito de quebrar el principio muy propio e histórico de la sociedad estadounidense de “checks and balances”, principio que en su definición pretende evitar el poder tiránico centralizado en el presidente. Están en juego el Estado de derechos y la independencia de agencias como el Departamento de Justicia, la Administración de Alimentos y Medicamentos, Comisión de Bolsa de valores e incluso la propia permanencia del Departamento de Educación. El Buró Federal de Investigación (FBI), una agencia clave para la seguridad nacional, corre el riesgo de responder de manera directa al poder omnímodo del presidente.

La agenda trumpista está marcadamente a favor de las corporaciones y la poderosa élite de multibillonarios de EE. UU. No oculta su intención de ayudar a incrementar las obscenas ganancias de Wall Street y cortar impuestos a los ciudadanos/as con mayor nivel de ingresos.

Mientras que en su reverso apuesta a desaparecer “protecciones civiles críticas”, privatizar servicios públicos esenciales y menguar la trascendencia de programas de inmenso valor para los trabajadores y sectores sociales carenciados, ejemplo Medicare, Medicaid y el Seguro Social. He ahí la tragedia histórica vivida: las ganancias primero para el 1% de la población versus las necesidades humanas del 99%.

Sin disimulo alguno, en su manual de alrededor de 900 páginas resumen la peligrosa misión que le da razón de ser y que buscan convertir en un programa de gobierno de alcance mundial: “formular y promover políticas públicas conservadoras basadas en los principios de libre empresa, gobierno limitado, libertad individual, valores estadounidenses tradicionales y una poderosa defensa nacional”. Son misoginos. Pretenden perpetuar la restricción y negación de derechos básicos para la mujer.

Proyecto 2025 y los inmigrantes

Inmigración es un tema común y rutinario en el discurso de lideres y candidatos de la extrema derecha internacional. Asumido como un factor negativo de fácil “venta”, encuentra adherentes en diversos estratos sociales y votantes en procesos electorales suficientes como para determinar resultados y consolidar poder político en importantes naciones.

Su narrativa es directa y asimilable sobre todo entre los sectores sociales más perjudicados por las crisis económicas y por políticas públicas diseñadas y aplicadas por las elites del poder que solo responden a sus propios intereses. Entre esos sectores sociales hay un respetable conglomerado humano con bajo nivel de educación formal. De ahí es que se profundiza el desencuentro de franjas inmensas de ciudadanos/as con una forma de vender una democracia cubiertas de formalidades, no de compromisos sociales sustantivos
Es, su discurso, racista, xenófobo y aporofóbico. Trump es su ariete más fuerte, no único, dentro y fuera de los Estados Unidos. Su descaro al expresarse, más que la esencia de lo que dice, genera rubor entre quienes se acostumbraron a lo políticamente correcto.

Hay un sustrato histórico que no debemos de obviar al analizar y enfrentar el trumpísmo. Este país fue creado para un grupo selecto de personas, que no tenía ningún inconveniente en desposeer de sus tierras a sus nativos, de eliminarlos de cualquier forma y de aislarlos en el peor de los casos, porque los consideraban una raza de gente inferior, que, de mezclarse con esta nueva raza de seres “superiores”, entorpecerían el crecimiento y el desarrollo “natural” de esa nueva casta. Su pretendida “homogeneidad cultural” le lleva a enfrentar y rechazar las expresiones culturales, creencias y tradiciones remotas de razas, etnias y nacionalidades asumidas como extrañas y diferentes.

En otra palabra, el “nativismo” de hoy que proyecta a los inmigrantes como una amenaza surgió y se desarrolló aniquilando en masa a los nativos y/o habitantes originales del ayer.

Para agregar más gasolina al fuego recurren a teoría conspirativa como la del Gran Reemplazo. Sostienen que hay un plan dirigido por una elite liberal con poder mundial que busca reemplazar la población blanca de Estados Unidos y Europa por inmigrantes, de manera que todos los habitantes pasen a ser mulatos. Al perderse la identidad nacional y cultural Europa, EE. UU. y Canadá serán más vulnerable al “plan conspirativo” de los “liberales” que catalogan como una “amenaza existencial”.