Se cumplen ahora 181 años del triunfo de las armas dominicanas el sábado 30 de marzo de 1844, en la ciudad de Santiago de los Caballeros y sus aledaños, sobre miles de invasores haitianos que pretendían aniquilar la Independencia Nacional obtenida hacía apenas un mes. Aquella gran batalla fue un acontecimiento histórico que reafirmó la voluntad de libertad del pueblo dominicano.
Diez mil extranjeros armados, bajo la dirección del general Jean-Louis Pierrot, pretendían destruir las fortificaciones bautizadas con los nombres de Dios, Patria y Libertad, controlar las colinas citadinas y ocupar esa ciudad. El objetivo final era dejar sin efecto los hechos que siguieron al trabucazo redentor disparado un mes antes en la Puerta de la Misericordia, en Santo Domingo, por el prócer Ramón Matías Mella.
Nunca se sabrá la cantidad de muertos y heridos que en ambos bandos dejaron los enfrentamientos de ese día glorioso para las armas nacionales y de derrota para los incómodos intrusos. Eso es parte de la verdad reservada en toda contienda bélica. Así ha sido al menos desde hace dos mil quinientos años atrás cuando el filósofo y militar chino Sun Tzu hizo sus anotaciones sobre el arte de la guerra.
La oficialidad haitiana se acercó ese día a la principal ciudad del Cibao sabiendo que el 25 de febrero de 1805 los generales Jean-Jacques Dessalines y Henri Christophe la habían devastado. Aquella crueldad se produjo un lunes de carnaval, como anotó el político y diplomático estadounidense Sumner Welles en su obra titulada La Viña de Naboth, en la cual recogió hechos importantes sobre el pasado dominicano.
Pero en el Santiago del 30 de marzo de 1844 lo que encontraron fue muerte, heridas y derrota. El historiador Alcides García Lluberes, en un ensayo titulado Dos Grandes Batallas, describió lo ocurrido con estas elocuentes palabras: “después de la Batalla del 30 de marzo los hombres de Haití quedaron completamente convencidos de que el pueblo dominicano estaba animado de nuevas e invencibles energías.”
Opinión de un historiador haitiano
Un prominente haitiano opinó sobre los hechos concernidos a esta crónica así: “El 30 de marzo, a la una de la tarde, las tropas haitianas se lanzaron al asalto. Duró la lucha más de cuatro horas sin que cayera la ciudad…Las pérdidas totales de su ejército, antes que pudiera atravesar el Masacre y llegar al Cabo Haitiano, son estimadas, entre muertos y heridos, alrededor de setecientos hombres.” (La República de Haití y la República Dominicana. Editora Taller, edición 2000.PP335 y 336.Jean Price-Mars).
General José María Imbert
Nadie nunca ha discutido que el principal héroe de la referida batalla fue el general José María Imbert, quien llegó a Santiago desde Moca precedido de su bravura y habiendo advertido en una plaza pública de esa última ciudad, tres semanas antes, que: “Desde las aguas de Higüey hasta Las Matas de Farfán, y desde la península de Samaná hasta Dajabón, ha resonado el grito de Dios, Patria y Libertad…”
En abono a lo anterior señalo que el más prolífico de nuestros historiadores publicó lo que escribió el héroe José María López, jefe de la artillería dominicana en los hechos del 30 de marzo de 1844 en Santiago: “Ha sido el día que más amenazada ha estado esta población; y al mando del general Imbert tuvimos la gloria de rechazar a las tropas haitianas, que eran en fuerzas, cuadruplicadas a las nuestras…” (Guerra Domínico-Haitiana, edición de 1957.P88.Emilio Rodríguez Demorizi).