“Las bendiciones de Dios se derramas sobre los amigos (as), esposos (as), padres, madres e hijos (as); también toca el corazón de los malagradecidos que traicionan la confianza de quien se la brinda”. (L.R.)
La ingratitud, es uno de los pecados más abominables que puede practicar en todas órdenes de las esferas del desagradecimiento de los seres humanos; llevando una pena muy honda en su mezquino corazón que, nunca logrará escalar el puesto que trata de buscar por medio de su traición. Aquel que traiciona en favor de otro, no será bien mirado por la misma persona que favoreció .“La gente ingrata que muerde la mano que los alimenta, normalmente lame las botas de quien los patea” (Eric Hoffer), Estará condenado por un tirabuzón de infelicidad crónica.
Las personas que son capaces de agradecer el favor, la ayuda o el beneficio que han recibido, se diferencian radicalmente de los sujetos que se comportan de manera ingrata y desagradecida, ya que estos últimos “no reconocen ni valoran lo que los demás hacen por ellos” (Reynaldo Alarcón y Carmen Morales, Universidad de Méjico). El Ingrato es quien niega el beneficio recibido; ingrato es quien lo disimula; más ingrato es quien no lo devuelve y muchos más ingrato quien se olvida de él” (Séneca)
Y es que este tipo de persona, no han podido desarrollar el sentido de la apreciación, porque simplemente, carecen de habilidad para sentirse agradecidas por las colaboraciones en su favor, porque carece de memoria y no tiene un comportamiento profundamente moral de tipo prosocial. “El ingrato no tiene memoria”. Es una enfermedad contagiosa causada por una deficiencia crónica de gratitud que deriva en un estado crónico de descontento e insatisfacción con su vida, su trabajo, su pareja, etc.
La ingratitud y la traición van de las manos en contra de quien lo ayuda o lo beneficia a lograr un objetivo trazado. Siempre aparece alguien en quien se confía y no se comporta de acuerdo con la confianza y el respeto fundamental en cualquier trato interpersonal; es decir, que traiciona, se pierde la confianza depositada, por la deslealtad y la incomprensión de la relación; y es que “la traición, duele, defrauda, molesta, nos llena de ira y enojo”
Nuestra sociedad está llena de ingratos y traidores; pululan principalmente en los partidos y movimientos políticos, quienes, en su afán de escalar posiciones económicas, en sus actividades actúan con indelicadeza, terminando, siendo corrupto. En la carta de san Pablo a los Hebreos (13,4), dice el apóstol: «Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará»
¿Quién puede justificar la infidelidad amorosa que, a falta de lealtad, destruye amistades, familias y negocios? En política también existen traiciones. Decía Maquiavelo que la traición es el único acto de los hombres que no se justifica. La ingratitud y la traición, produce un desajuste emocional en la persona traicionada que lo vive como una pérdida.
¿Es posible volver a confiar en quien nos traiciona? Por último: ¿Todos podemos perdonar la ingratitud y la traición? Se perdona, pero no se olvida.