Con sobrada frecuencia, familiares de figuras públicas fallecidas, o ciudadanos comunes expirados en accidentes, imposibilitan que periodistas cubran las incidencias de velatorios, ignorando que la Constitución estipula, en su artículo 49, que “todos los medios de información tienen libre acceso a las fuentes noticiosas oficiales y privadas de interés público”, y cuyo formato sea prensa, audiovisuales o digitales. En este leitmotiv se entrecruzan las fachas éticas y jurídicas concernientes a los derechos a la información y a la preservación de la imagen y a la privacidad.
El que descuella, alcanza notoriedad e incidencia en la opinión pública, mengua su vida privada. Ya su imagen se ha incrustado en el cerebro de sus conciudadanos. Pertenece a la sociedad, que se empeña en descifrar su procedencia y actuación, como los políticos, funcionarios estatales, empresarios, artistas, peloteros, periodistas y presentadores, líderes religiosos, comunitarios, gremiales, y otros.
Si físicamente se ausentan, sus seguidores y opositores quieren saber quién, qué, cuándo, cómo, dónde y por qué. Ese es un derecho primario, superior que el individual, por su cariz de atención o curiosidad colectiva.
Por igual, tocan las entrañas comunitarias y abren el pecho si un niño cae al suelo desde un cuarto o quinto piso, un grupo de ciudadanos parece en un accidente de tránsito, un desconocido es acribillado a balazos o se suicida, a una dama se le incendia su vivienda o un caballero desaparece misteriosamente.
La gente quiere conocer sus nombres, características y resultados finales de esos acontecimientos, y corresponde a los periodistas buscarlos y explicarlos, con ilustraciones e imágenes que grafican el hecho y refuercen el relato temático, en esta protagónica época de la cultura visual.
Para tomar retratos y otros íconos de esos aconteceres, el periodista no necesita pedirle permiso absolutamente a nadie, como ha ocurrido con vigilantes y agentes militares que les impiden tomar fotografías y grabar imágenes a frontispicios de compañías e instituciones estatales, porque no cuentan con la autorización de sus propietarios e incumbentes. ¡Válgame Dios!, ¡cuántos excesos de celos y sensibilidad extraviada!
Si un periodista asiste a la funeraria donde está expuesto el cadáver de un artista, deportista, político y otra persona famosa, por qué parientes no permiten que tenga acceso a la sala del sepelio ?. Ha sido tradición que cuando los restos están en malas condiciones, los ataúdes no se destapan, aunque está a la vista de los presentes. Además de la parte exterior del féretro, se pueden grabar a los asistentes en la sala y los pasillos, así como la fachada exterior de la casa del velatorio.