Entre sorpresas y asombro, los dominicanos hemos llegado al final del año 2024. A pesar de las decisiones extraviadas e inoportunas de un gobierno desorientado, estamos terminando el año sin que se repita el trauma violento sociopolítico de abril de 1984, cuando nos gobernaba el mismo partido en su versión original.
Llegamos al último fin de semana de diciembre sin violencia social, a pesar de que el gobierno y sus funcionarios hicieron todo lo posible por embarcar al país en una vorágine de protestas sociales.
Sostenido por los estribos de su montura sobre su corcel blanco, el presidente Abinader contempló la “Roma dominicana”, y con pena decidió no solazarse en las llamas y humaredas que desatarían su propuesta de reforma fiscal, y retiró el fósforo de la gasolina.
Sin embargo, cuando los dominicanos que no cobramos por lo que escribimos y por lo que hablamos hacemos inventario de las realizaciones y sucesos del 2024, nos invade la desazón del vacío en las promesas irrealizadas y con la cadena de escándalos que, comenzó con las inversiones electorales para garantizar la continuidad del desorden institucional que se instaló en la dirección del Estado a partir del 2020.
En nuestra República Dominicana, si hacemos un cotejo entre las 52 semanas del año y la cantidad de escándalos que se han escenificado, veremos asombrados que faltarán semanas y sobrarán escándalos.
Para febrero de este año que concluye, el gobierno prevaricó sumas incuantificables de los recursos públicos para comprar altos dirigentes de la oposición política, entre ellos 52 alcaldes de otros partidos.
Esa compra de dirigentes opositores le garantizó al gobierno un triunfo absoluto de las elecciones municipales de ese mes, lo que apuntaló la inversión en la publicidad que se había hecho para ganar la percepción de que el gobierno barrería en las congresuales y presidenciales de mayo de este año.
Fue una táctica “mauriciana” muy bien planificada por el colombiano don Mauricio Vengoechea.
Ninguna reseña periodística podría abarcar las prácticas corruptas de los funcionarios del gobierno del presidente Abinader durante el año que termina. A estas indelicadezas habría que dedicar varias ediciones; pero para refrescar la memoria popular, volvamos sobre algunos de ellos.
Carlos Bonilla
Desde el comienzo del gobierno, que ya va ocupando un período de tiempo de 5 años, muchos comunicadores han señalado que el Ministro de Viviendas, Carlos Bonilla, se vende a sí mismo propiedades del Estado a precio de vaca muerta. Estos señalamientos están en muchas las plataformas digitales, y se añade que tiene una relación personal con una familiar del Presidente.
Todos los medios de comunicación se dieron banquete con el escándalo del INTRAN; eso estuvo en su cúspide en el mes de octubre. Un tribunal de justicia se atrevió a dictar medidas de coerción contra los imputados, y más rápido de lo que canta un gallo esa medida fue revisada y la asociación Gómez–Beras estaba en la calle, y no hay posibilidades de que paguen por sus hechos.
La dinastía Gómez demostró que tiene a todo el gobierno y la justicia dominicana agarrados por el “pichirrí”.
Narcóticos
Las 10 toneladas de narcóticos, polvo blanco, que mucha gente ahora pone en duda de que tipo era, pues fue incinerada a la velocidad de un bombero en emergencia de fuego, no son nada raro.
Para las mentes ágiles, eso era parte del acopio que se realiza en el país con las diferentes partidas que llegan desde los lugares de producción; lo que deja claro que hay muchas estructuras del crimen organizado funcionando libremente, con el beneplácito de las autoridades.